martes, 11 de marzo de 2014

Los arboles del jardin de un hotel

No volveremos a estar separados dijo. Pero analizaria aquellos sentimientos mas tarde. De momento, tenia una hija de la que ocuparse. La honorable senora le conoce a usted muy bien, ¿verdad? pregunto Endo al fin. Sus palabras sonaron como algo convencional y sin importancia. ¿Es para la television? pregunto dandolo por hecho. Lo echaba mucho de menos. Se acerco al secreter que tenia en una esquina del dormitorio y saco una fotografia en la que aparecian ellos dos cuando tenia ocho anos y ella doce. Justo en aquel momento, llamaron a la puerta. Fruncio el ceno. ¿Quien podia ser a esas horas? Escualido y encorvado, pronto desaparecio en el edificio, el cual daba la impresion de haber sido construido provisionalmente.

¿Quienes sois? el mismo contesto—. ¿Tu hermano y tu? se volvio hacia ella—. ¿Todavia no lo has encontrado? ¡Hola! respondio esta riendo. No puedes estar hablando en serio. Tengo que ir con pies de plomo condijo—, y voy a necesitar tu apoyo. Se que dadas las circunstancias, no lo merezco. Pero si me dejas que te explique como estaban las cosas y que nos paso, puede que lo comprendas. Nunca me habian dicho nada parecido. le gustaba estar por encima del mundo, surcar el cielo como un dios. Desde alli arriba, en su avion privado, se sentia como un senor sobre el desierto que tanto despreciaba.

¿Tienes hambre? pregunto  con una sonrisa tentadora y bromista a la vez. No traes el vinagre, nos haces quedar en ridiculo delante de todos estos trabajadores. ¿A que has venido? espeto se apretaba con fuerza un costado, en el que sentia un dolor agudo. Yen permanecio en la estacion hasta que salio el ultimo grupo. Eran cientos, miles de ninos, y paso mas de una hora antes de que los ultimos se pusieran en movimiento. Yen espero pacientemente, contemplando cada uno de los diez mil rostros. La luz se filtraba a traves de las oscilantes hojas de los arboles. La nieve habia remitido en las ultimas horas, pero el frio era igual de intenso. caminaba por el margen izquierdo del camino a Cantaloa, ataviada con un grueso echarpe de lana que la cubria desde el cuello a la cintura.

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